lunes, 16 de abril de 2012

El cielo protector

- Paul Bowles (1949)
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El matrimonio de norteamericanos Port y Kit, junto con el amigo de ambos, Tunner, viajan por el norte de África poco después de la Segunda Guerra Mundial por pura ansia de experiencia. Afirman considerarse viajeros y no turistas, ya que dicen que éstos últimos son acríticos con su propia civilización y están deseando volver en cuanto llegan, mientras que ellos no dejan de moverse y no pertenecen a un lugar más que al siguiente.
Port tiene una aventura nocturna con una bailarina nativa que está a punto de robarle la cartera y Kit se enreda una noche con Tunner, que no cesa de estar al acecho. No obstante, el matrimonio parece conseguir resolver su distanciamiento poco después, justo cuando Port contrae una infección y muere, ante la desesperación de Kit y a pesar de los cuidados que intenta prodigarle en ausencia de asistencia médica.
En una especie de shock, mezcla de excentricidad y desesperación, Kit se une a una caravana de camelleros y se convierte en el objeto sexual de uno de ellos, que primero la comparte con otro de los camelleros y luego, haciéndola pasar por muchacho, la encierra en un cuarto de la casa en la que viven sus tres esposas. Después de disfrutar del inagotable vigor sexual del nativo y de resistir los golpes que le propinan las esposas al descubrir que es una mujer, Kit encuentra indicios de que la están envenenando y coge su maletín y huye, para ser poco después localizada por la embajada estadounidense, que la buscaba a instancia de Tunner.
Cualquier comentario acerca de este libro es un poco como clavar un bisturí en un ser vivo. Se trata de una obra de una rara pureza y verdad, un mundo que te abre sus puertas inmensas, su arena, y ante el que no cabe la frase lapidaria, los apuntes sueltos. Todo se rinde a la proeza atronadora de sobrevivir bajo un sol calcinante, bajo los fríos nocturnos, acompañado de una fauna de moradores extraños, fascinantes y salvajes a la vez, rodeado de esplendor, pero también de enfermedad y muerte. Enfermedad y muerte sin nada de tétrico, sin excesos de color local: todo tiene ahí la simpleza, un poco enloquecedora, pero de implacable lógica, del correr de las estaciones. Un viaje hacia el sur. Tres personajes. Señales, presagios terribles. Sin pedantería, sin distancias intelectuales. Una manera de tratar la muerte inédita y llena de aplomo, sin tragedia, mera hermana siamesa de la vida. Un libro único, de esos que quedan en el pabellón de la literatura como completamente originales, que no se parecen a nada. Imposible arriesgar un parecido, una influencia. Sólo dejarse arrastrar, páginas tras página, por las extrañas e implacables huellas del destino. ¿La existencia precede a la esencia, o es al revés? En otras palabras, ¿hacemos nosotros nuestras huellas, o son ellas las que nos definen? Al final, parece decir Bowles, lo único cierto es ese cielo, enorme e inmutable, que rota lentamente (“los pensamientos son también un cielo”, dice el tierno y maravilloso Aman, tan breve, hacia el fina).
Un cielo desesperante pero que nos cobija y nos preserva del aterrador vacío que hay detrás. Una preciosidad, un libro digno de releerse muchas veces, por gusto, por simple gusto. Ortega y Gasset en su Ideas sobre la Novela sostiene que la trama es un mecanismo, esencial pero sólo mecanismo, y que como tal conviene estilizarlo, agilizarlo, reducirlo a lo esencial: lo que hay aquí es esa esencia, movimiento en estado puro que nos va poco a poco internando en el misterio de tres seres conmovedores, perdidos, valientes, paradójicos. Una maravilla, una proeza de la que se vuelve transformado y trastornado, y más humano.
En Marruecos están ambientadas la mayor parte de las narraciones de Bowles, como por ejemplo su primera novela, El cielo protector (1949), llevada al cine con éxito en 1991 por Bernardo Bertolucci; como afirmó el autor, en ella la acción transcurre en dos planos, el desierto africano exterior y el desierto interior de los protagonistas. La obra es en parte autobiográfica y el filme supuso el redescubrimiento del autor en su propio país, sacándole de las estrecheces económicas que empezaban a asediarlo.


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