viernes, 23 de marzo de 2012

Sherry Jones

Efectivamente el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y este ha sido mi caso. Me aventuro a leer el segundo libro de la trilogia de la periodista norteamericana Sherry Jones "Aisha y Alí" después de que "La joya de Medina" me pareciera una catástrofe. Parece ser que ya había olvidado que en el momento de leerlo me pareciera que el escándalo ocurrido hace 25 años con la publicación de "Los versos satánicos" de Salman Rushdie iba a quedar en nada comparado con lo que esta nueva novela iba a provocar. Al final la cosa no quedó en nada a parte de una pequeña explosión en la casa de su editor en Gran Bretaña y algunas críticas más, y que se ha perdonado el atrevimiento de la señora Jones tras reconocer que no pretendía escribir una novela basándose en hechos 100% contrastados ya que su conocimiento de la lengua árabe no daba para más. 
Pero mi curiosidad me ha superado y vamos a ver que nos encontramos en esta entrega.. Aunque mis espectativas son bastante flojas, ya que una vez muerto el Profeta la historia no podrá seguir por ese camino erótico y picante que tanto gusta y excita a Occidente de todo lo que viene de "Oriente". Obviamente algo que la autora conocía bien y en lo que vió la clave para que se vertiera la polémica en su libro desde el primer momento y se conviertiera en un "casi"  best seller en muchos países. Personalmente en muchas ocasiones tuve que interpretarlo en un tono humorístico ya que no podía creer lo que estaban viendo mis ojos.. Esa Aisha casada siendo una niña, a la que posteriormente se la representa como una "buscona" que busca el deseo de Mahoma desesperamente, y a la que éste como si hubiera nacido ayer perdona cosas tan inverosímiles como sus encuentros con un chico de su pueblo enamorado de ella y se limita a regañarla como si simplemente se le hubiera quemado el guiso ese día.. todo muy chistoso, y más se rie Sherry Jones cuando se da cuenta de la moto que nos ha vendido y lo estúpidos que somos de no darnos cuenta.
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Aisha, la esposa favorita de Mahoma y uno de los personaje claves del Islam, protagoniza La joya de Medina, una recreación literaria de la infancia y adolescencia de la mujer que se convirtió en la primera califa del profeta. Ideada como una novela de corte histórico rebosante de sensualidad, el libro se ha situado en el ojo del huracán de una polémica literaria que su autora, la norteamericana Sherry Jones, relaciona con el carácter y la personalidad de su protagonista, a quien considera “una mujer dura y revolucionaria, seguramente la primera feminista de la historia”.
Pocas novelas históricas han relatado el mundo islámico desde una perspectiva occidental. Pocas, o más bien ninguna, hasta la espectacular aparición de la periodista Sherry Jones en el mundillo literario. La polémica sobre La Joya de Medina, primer volumen de una trilogía sobre el papel de la mujer en el momento fundacional del Islam, ha acaparado la atención mediática esta temporada. Su editor estadounidense, Random House, renunció a lanzar la novela pocas semanas antes de su publicación por temor a las represalias de grupos islamistas radicales. Obviamente, el hecho de que el gran gigante editorial censurara una obra literaria de un modo tan público no podía pasarse por alto y la noticia se apoderó de los espacios de actualidad cultural de un modo poco habitual, asegurándole a Sherry Jones un buen puñado de titulares solidarios.
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¿Pornografía blanda?

La polémica no hizo más que magnificar la supuesta ofensa al Islam, protagonizando así la enésima diatriba entre los movimientos musulmanes radicales y los abogados de la libertad de expresión occidental. Lamentablemente, en cuestión de semanas la historia culminaba de un modo un tanto inesperado cuando un grupo de encapuchados hizo estallar una bomba en la casa londinense de Martin Rinja, propietario de Gibson Square, que iba a editar la novela. Gibson Sq. es conocido por ser uno de los sellos más arriesgados del mundo editorial británico, como demuestra el hecho de que fueron los editores de la crónica del espía ruso Boris Litvinenko, Blowing Up Russia.
Por suerte, el ataque no pasó a mayores y apenas se contaron desperfectos materiales. Pero la noticia despertó a la crítica inglesa, que empezó a comparar el caso de Jones con el de Salman Rushdie y sus Versos Satánicos, cuya publicación en 1989 provocó el lanzamiento de una fetua en su contra y el asesinato del traductor japonés de la obra. Rushdie se dio por aludido e incluso llegó a emitir un comunicado en el que expresaba que, pese a que no había leído el libro, lamentaba que la decisión de Random House de censurar la novela fuera “a causa del miedo, sentando así un mal precedente.” En su defensa han aparecido también los que han comparado la transgresión de su obra con las recientes polémicas de Marjane Satrapi y su magnífico Persépolis o Shelina Zhara, la joven que acapara portadas en la Gran Bretaña con su debut Love in a Headscarf, apodada de manera unánime como la primera novela de “muslim chick-lit”. Ante tal despliegue de medios, Jones sigue pidiendo calma y respeto por su obra ahora que ésta ve la luz en España a través de Ediciones B: “Lo único que pido es que la gente lea el libro antes de opinar. Si lo hacen verán que es un libro respetuoso con el personaje y su historia, que intenta romper con los prejuicios del mundo occidental con el Islam”.
Jones parece tranquila y se muestra muy agradecida con la respuesta de la prensa aunque, según explica, ésta no ha incidido lo suficiente en el motivo por el cual se censuró su libro en Estados Unidos. El origen de esta historia se encuentra en el informe que realizó la académica y especialista en historia del Islam Denise Spellberg, de la Universidad de Texas, para su editorial. Jones le envió el manuscrito a petición de Random House, que decidió consultar la opinión de varios expertos antes de lanzar la novela. Spellberg recomendó que la mega-editorial americana no publicara el libro, por el que ya había pagado un adelanto, para evitarse problemas, al tiempo que achacaba a la obra una gran “falta de rigor” y la consideraba “pornografía blanda”. Jones explica que la académica “dio su opinión acerca de mi libro como lectora común y no como experta en el Islam. Básicamente, creo que la novela no le gustó estilísticamente y su opinión sobre el libro fue mucho más radical de lo que debía. Entiendo también que se sintió amenazada porque ella es una académica, interesada en la historia y no en la ficción. Mi intención al escribir este libro era acercar el personaje de Aisha al gran público de un modo accesible y justo, no escribir un tratado de historia en el que los hechos se relataran de un modo aséptico y objetivo.”
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Símbolo de resistencia
Sin embargo, y sin querer restar importancia al comentario de Jones sobre el tema, cabe comentar que, tal y como señala Spellberg, La joya de Medina es una novela histórica fruto de una investigación menos minuciosa de lo que cabría desear. Como confiesa la autora, su árabe no es lo bastante bueno como para permitirle leer textos de manera directa y el proceso de documentación se ha limitado “a las pocas traducciones que existen en inglés de textos históricos sobre los inicios del Islam”. Otra cosa muy distinta es que esa supuesta falta de rigor sea relevante a la hora de juzgar una novela cuyo mayor mérito reside en la invención de una Aisha fascinante, mitad heroína de las Brontë y mitad femme fatale de cine negro, tan deudora de Germaine Greer como de la sensualidad exuberante de Las mil y una noches.
La Joya de Medina presenta a Aisha como un símbolo de la resistencia de la mujer en una sociedad patriarcal con la imprecisión del que sabe que tiene una buena historia entre manos y se deja llevar por el entusiasmo, olvidando quizás que escribir un libro es un acto de responsabilidad personal. Jones es perfectamente libre de utilizar cuantas trampas y artilugios literarios desee, siempre y cuando esté dispuesta a asumir lo que esta responsabilidad comporta –bien sea una mala crítica o toneladas de atención mediática–.

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