lunes, 26 de marzo de 2012

El asesino solitario de Kandahar

Enceguecido por el Medal Of Honor, esa madrugada era como estar tras una consola, el fuego de los disparos encendían la pantalla, detrás de cada mujer y anciano un terrorista, el tenía que tomar una decisión, en un recuadro aparecen las fotos de los camaradas muertos, de los niños suplicando por su padre en el Word Trade Center, ¡Qué mueran todos!
Las ráfagas callaron, el olor penetrante de la pólvora saliendo de su fusil impregna el uniforme pixelado, combinado con el fuerte olor a alcohol. No hay remordimiento, no hay arrepentimiento, eso no lo enseñan en el Ejército, regresa caminando a la base, sus compañeros oyeron los disparos, y conocían al sargento, y sabían lo que estaba haciendo y no hicieron nada.
La sangre todavía no se había secado en las paredes y pisos de las casas donde pisó aquel sargento del ejército norteamericano cuando disparo indiscriminadamente contra niños, ancianos y mujeres.
El avión no había pisado tierra norteamericana, cuando los voceros ya tenían el guion en la mano, un hombre con fatiga de combate y que había visto morir a sus camaradas se dispuso en solitario a masacrar a las personas que él creía eran parte del enemigo.
Su nombre, a cuatro días de haberse producido el hecho, no ha sido divulgado y por supuesto no contará con un juicio civil ni en Afganistán ni tampoco en Estados Unidos.
Creo que poco podemos abundar en relación a los marcos de impunidad con el que el Imperio se mueve en el mundo bajo su dominio, a tal punto que los miembros de sus fuerzas armadas no pueden ser tocados por la justicia.
Siempre es el solitario, el trastornado mental, la manzana podrida, la excepción a la regla, el que no representa la bravura de su noble ejército, ese que recurre a un drone conducido desde Estados Unidos para acabar con una aldea del otro lado del mundo.  Es claro que aquel acto atroz no fue producto de la locura, esta no aparece de la noche a la mañana y el sargento llevaba 4 años realistándose, o por lo menos las muertes que él tiene sobre sus hombros, antes de lo sucedido en Kandahar, legitimas para el imperialismo como todas aquellas que se dieron en pro de la democracia occidental.
¿Cinismo llevado a la máxima expresión? Cuando surge nuevamente el ardid publicitario del “asesino solitario”, o el “desequilibrado mental”, con ello la institución se aparta del hecho que contradice el sentido original de implementar la democracia y la justicia.
El sargento tenía razones atenuantes para hacer lo que hizo, para él no van a ver acusaciones de homicidio múltiple, para el hombre sin rostro y sin nombre, habrá un juicio a puerta cerrada, una condena risible, dos o tres años de asistencia psicológica en el Hospital John Reed.
La condena popular en Afganistán es opacada por las amenazas terroristas contra el pueblo norteamericano de venganza, se activa la alerta terrorista, el público sigue sin saber porque otra vez son amenazados por los “barbudos de cabeza tapada”.
El soldado sin rostro “no es terrorista”, sólo siguió órdenes, no tiene la culpa, pues  cumple cumplía instrucciones y las anteriores muertes a su cargo “fueron en el cumplimiento de su deber”;“era para evitar un mal mayor contra el pueblo norteamericano”, el gobierno ha callado a sus detractores en Afganistán recordándoles que no habría Estado sin el dinero norteamericano y sin las tropas, la idea fugaz de justicia desapareció, “democracia no significa justicia”, sino el producto que vende Estados Unidos; o “la justicia no implica castigo”, después de la pantomima de juicio que va a recibir la muestra significante de locura de muerte del Ejército Norteamericano.
¿Ya fueron vengados los muertos del Word Trade Center? ¿Esto era lo que querían las familias de las víctimas? ¿Si aquella es una guerra justa, qué se pretende ganar ahora? La democracia, de ser un concepto etéreo y abstracto ahora es un insulto, uno que se emitió con una orden de retiro de un asesino a la mitad de la mañana en vuelo directo para Estados Unidos, uno que el mismo Estado norteamericano no quiere desvelar porque teme que, al igual que otros, no muestre arrepentimiento, sino convencimiento de que lo que hizo fue correcto, tal y como le enseñaron.
A partir de este incidente, me adentre en las redes de Youtube y observé varios videos subidos por veteranos de la OTAN sobre los supuestos combates contra los talibanes, y a cada disparo un grito de éxtasis, la adrenalina al máximo, todas las tomas mostrando la bravura de los marines frente a un enemigo del siglo XVI. "No hay reconocimiento ni compasión para el enemigo porque ellos volaron las Torres y Hollywood se encarga de recordarlo en el cine y la televisión".

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