domingo, 22 de enero de 2012

El jardín como reflejo del paraiso


Ejardín es uno de los elementos esenciales de la cultura islámica. No se trata solamente de un lugar para el goce de los sentidos, sino que está lleno de valores simbólicos y espirituales. Para poder entender el concepto de jardín árabe nos tenemos que remontar al oasis. Éste sería la principal referencia del placer estético basado en el agua y la sombra, los dos elementos más deseados por los beduinos del desierto. Los musulmanes habían concebido el Paraíso como un oasis, de ahí que trataran de convertir ese oasis en un jardín donde pudiera ser representado.
Sin duda los términos de paraíso y jardín están estrechamente ligados a los sueños de los habitantes del desierto en Arabia. Éste nace de la necesidad del agua y la vegetación, la tópica imagen de un oasis rodeado de desierto. Tanto para musulmanes, como para cristianos y judíos, el concepto de jardín está
siempre presente en sus escrituras. En la religión islámica el paraíso es el lugar para los justos, el Corán hace referencia al “jardín del Edén” y también encontramos una serie de descripciones de éste, seguramente influenciadas por el Génesis, que lo describe así:
«Plantó Dios un jardín en Edén, al oriente, y allí puso al hombre a quien formara. Hizo brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal. Salía del Edén un río que regaba el jardín y de allí se partía en cuatro brazos. El primero se llamaba Pisón.. el segundo se llamaba Guijón... el tercero Tigris... el cuarto Eufrates». Génesis 2, 8 a 14.
El término más utilizado en el Corán es ÿanna (pl. ÿannat; en castellano, jardín). El Edén lleva el nombre de adn o ÿannat adn; aunque a menudo también se habla de ÿannat naim ("jardín de las delicias"), ÿannat al-mawa ("jardín del refugio"), y ÿannatal-juld ("jardín de la inmortalidad"). Aunque si analizamos etimológicamente la idea de jardín, está directamente relacionada a la de cementerio. Ya que este lugar se sitúa de una manera precisa en la frontera existente entre la vida y la muerte, y da la posibilidad al mortal de  satisfacer todos sus deseos.
Los musulmanes conciben el Paraíso como un jardín permanente y eterno, de ello queda constancia en algunos pasajes del Corán. Por eso es comprensible que estas imágenes les hayan influenciado de una manera u otra en la construcción de estos jardines que pretenden ser un reflejo del celeste.
Los orígenes del jardín islámico provienen de Persia, cruce de caminos entre Oriente y Occidente. Los habitantes de esta región ya habían convertido el jardín en su propio paraíso, un paraíso que les servía para representar el cosmos. Con el agua podían representar una unidad, un orden, y una serenidad que les permitía poder disfrutar de los placeres del paraíso en esta vida, sin necesidad de esperar a la otra. 
Los árboles, la sombra y el agua componen el jardín persa. Para ese pueblo, el Paraíso habla de flores y jardines. Sin ir más lejos, la palabra “paraíso” procede del persa, aunque por mediación del griego paradisos . Más tarde, con la expansión del Islam y los árabes por Oriente, más creyentes descubrirían el refinado mundo de los persas y con ello también el concepto de jardín conseguiría expandirse por el resto del Imperio. Aunque sin duda fue en Sicília y en Al- Andalus donde alcanzaron su mayor grado de esplendor, y ya posteriormente en la región de India-Pakistán durante el Imperio Mogol.
El principal elemento del jardín es el agua, aunque como la mayoría de los países islámicos estaban situados en regiones secas, el riego siempre fue uno de los principales problemas de este arte. Por eso se preocuparon de desarrollar el sistema de riego heredado de los persas, el qanawat . Este sistema conducía el agua des de regiones más altas y la transportaba a través de canales subterráneos. Los sistemas de distribución hacían que el agua fluyera por los jardines por unos canales adornados, y se conseguía que manara por las pilas de mármol corriera por las escaleras y barandillas, y pasara por los muros con azulejos de colores.
Por todo ello el agua es el corazón del jardín. Tanto como en el Corán como en otras tradiciones es fuente de vida, su sonido nos envuelve y nos conduce hacía una calma que nos sacia. Además tenemos que considerar su triple función: utilitaria, estética y religiosa. La utilitaria porque obviamente es necesaria para la vida, y como he comentado antes influyó en el desarrollo del sistema de riegos y en la difusión de los baños y otros elementos de la cultura urbana islámica. Aunque la función religiosa supone un elemento purificador muy importante, sin duda la más importante es la estética, no solamente porque es un factor refrescante en el ambiente de países de clima seco, sino porque afecta a todos nuestros sentidos. Cuando se  recoge en las albercas que adornan los patios y jardines, permite reflejar la imagen invertida de la arquitectura. Este sistema decorativo basado en los motivos invertidos es uno de los elementos más característicos de las composiciones musulmanas.
No podemos olvidar tampoco la relación existente en la cultura islámica entre la arquitectura y el jardín. En realidad no existe un límite preciso entre ambos ya que la arquitectura se abre hacia la naturaleza y está se introduce en la arquitectura de manera sutil. Aunque el Corán no da ninguna directriz para el arte del jardín, del texto sagrado podemos extraer la importancia que se da principalmente a la sombra de los árboles y del agua corriente, la protección mediante los muros que lo rodean, el embellecimiento de los edificios situados en él, y la falta de algunos elementos como las flores y los estanques.
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Partes del jardín
Cuando hablamos de jardín islámico nos referimos básicamente a un tipo de jardín dividido en dos partes por una fuente o acequia. En ellos todo está basado en la promesa de bondad de Allah. Los árboles tienen su propio significado, por ejemplo los cipreses representan la eternidad y a su vez la belleza de la mujer, y todo está rodeado de color verde, el color emblemático del Islam.
Las descripciones simbólicas hacen referencia a cuatro jardines que están asociados dos a dos uno con el hombre y el otro con una realidad superior, Dios. Para poder explicar esto se asocia cada jardín a un tipo de fruto que dependiendo de si tiene hueso o no nos indica si el núcleo de la individualidad persiste o si en cambio ha sido ingerida por la esencia. Según estas descripciones podríamos dividir el jardín de la siguiente manera: los jardines superiores, donde el espíritu estaría representado en el dátil (fruto con hueso) y la esencia en la granada; y los jardines inferiores donde la higuera representaría al corazón y el fruto con hueso, en este caso la aceituna, al alma.
En estas descripciones siempre están presentes las evocaciones a las puertas y los guardianes de estas, cosa que parecen indicar que estos lugares estaban envueltos por muros. Se trata de un algún tipo de barrera, en árabe hiyab, que determina los espacios de estos lugares paradisíacos. Principalmente intenta separar el Fuego (Nar) como lugar eterno donde residen aquellos que “han negado los signos”. Separación necesaria ya que nos da la idea de un refugio para aquellos acosados por las gentes del Yahannam.
La estructura seguida por los posteriores jardines islámicos es la persa. Estos pretendían construir sus jardines a imagen del cosmos dividiéndolos en cuatro partes gracias a dos canales que se cruzan de manera perpendicular. En el punto de intersección de estos dos canales se sitúa una fuente o pabellón en representación de la montaña situada en el centro del universo. Esta concepción se cambió después en el jardín islámico por el patio de crucero, con dos andadores o paseadores que se cruzan perpendicularmente y crean cuatro zonas de tierra diferentes.
Los principales rasgos son la creación de un espacio cerrado a ojos extraños mediante un alto muro que oculta este espacio al exterior y acentúa este carácter tan intimista. También se enfatiza el centro del jardín colocando una fuente, esto permite ver al que se acerca sin tener que ser visto ni oído, como lo describe el almeriense Ibn Luyun en su tratado sobre agricultura de la época:
“Debe haber un cenador en el centro del jardín para los que reposan en él, que mire a todos los contornos, de tal manera que el que entre no oiga lo que allí se habla, ni llegue nadie inadvertido. El cenador debe estar rodeado de rosales trepadores y arrayán y de todas plantas que adornan un jardín. Éste será más largo que ancho, para que la vista se explaye en su contemplación.”
El jardín de ocio está rodeado por florecientes y aromáticos árboles y arbustos protegidos por galerías de pilares. Dependiendo de la clase social a la que perteneciera el propietario del jardín, éste podía tener una forma más modesta simplemente compuesta por una pila cercada por tiestos de flores. Pero en todos los casos estaban dispuestos de forma ortogonal, cuadrada o rectangular.
Las instalaciones reales estaban formadas por suntuosas salas que se abrían en el centro de los lados hacia los jardines y a su vez estaban unidas las unas a las otras por una serie de avenidas. Los caminos solían estar cubiertos con mármol o azulejos y transcurrían en lo alto colocados como pilas cuyas paredes de hasta dos  metros de altura estaban decoradas con pinturas o azulejos. Gracias a ello el visitante no pisaba ni la tierra ni la hierba y podía disfrutar del aroma de los árboles con frutas cítricas y las flores. Este tipo de jardín estaba ya presente en la ciudad andaluza del siglo X Medina Azahara y también en la Sevilla de los siglos XI y XII.
Algunos de estos jardines están situados sobre unas terrazas colocadas las unas sobre las otras, esta pendiente podía ser luego utilizada para otras actividades como juegos acuáticos. Estos también servían para cabalgar, cazar, jugar al polo; y en el caso del principesco jardín de ocio ricamente decorado que invitaba al placer pasivo, combinaba funciones utilitarias y de lujo. Todo esto en cuanto propiedades urbanas, en el otro lado tenemos los munya, basado en tradiciones romanas, una clase de propiedades rurales donde el propietario hacía plantar huertos y árboles frutales juntos salas suntuosas y pasillos de columnas.
Los patios y los jardines van unidos directamente a la arquitectura doméstica y palatina, especialmente del período omeya. Esta nos muestra desde un principio la importancia que le concede a la relación entre los edificios y los espacios abiertos ajardinados, tanto internos como externos. Mientras que las magníficas salas situadas en las alas circundantes hacían la función de salas de recepción de gran belleza y armonía; los pabellones estaban destinados al descanso en reuniones sociales o simplemente para dormir plácidamente.
Como típica arquitectura de jardín podemos hablar básicamente de galerías y salas que a su vez comprenden los jardines interiores y los pabellones al aire libre en estos jardines. Las salas podían estar empotradas en torres macizas o simplemente podían ser sencillas salas abiertas. Los pabellones al aire libre podían ser de características muy rudas y toscas, como es el caso del Manzah en los jardines reales de Meknés, o por lo contrario muy refinados como los quioscos en los jardines de Topkapi Sarai en la ciudad turca de Estambul.
No hay que olvidar que estas arquitecturas siempre se intentaban amoldar a las tradiciones en la construcción de cada zona. Aunque todas tienen un elemento que hace que la función del jardín sea común a todas ellas: siempre se trata de edificios abiertos y con vistas a los jardines que están enfrente o alrededor de ellos. Por ejemplo en La Alhambra, dónde también se exige la posibilidad de poder contemplar el paisaje des de fuera del complejo.
En ocasiones los jardines servían como lugar para el reposo de los muertos. En este caso se trataba de paisajes casi sin forma y sin ningún tipo de ornamentación. Eran paisajes verdes apenas sin estructurar con lápidas anónimas. En cambio, los complejos funerarios reales se encuentran situados en verdaderos parques paisajísticos románticos. En Al-Andalus y Marruecos algunas tumbas dinásticas estaban dispuestas como
edificios con jardines interiores; en cambio en otras dinastías como la de los sadies estos pabellones funerarios estaban situados en un jardín, y los marinies de Fez en jardines paradisíacos.
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El jardín en el Corán
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En el Corán podemos encontrar muchas descripciones sobre este jardín eterno, que es descrito como “extenso como el cielo y la tierra”“con valles regados por manantiales” donde “frutas cuelgan hasta la tierra”. Es en este mismo jardín donde los “bienaventurados ataviados de ricas vestiduras reposan sobre lechos bordados de oro”.
Además describe sus abundantes fuentes, todo ello rodeado por manantiales que rocían agua, junto a leche, miel y un vino que no emborracha pero embriaga. Algunas de esas fuentes están especiadas con jengibre, y el agua mezclada con vino se sirve a los creyentes por “adolescentes eternamente jóvenes” y por “huríes vírgenes de grandes ojos y redondos senos comparables a perlas cuidadosamente resguardadas”.
En la sura 55 se mencionan dos jardines idénticos fronterizos con otros dos; todos ellos tienen fuentes, gran cantidad de árboles con frutos deliciosos además de las mencionados huríes vírgenes:
« Los que temen la majestad de Dios tendrán dos jardines ¿Cuál, de los beneficios de Dios negaréis? Ambos ornados de bosques. En ambos, dos fuentes vivas. En ambos, dos especies de cada fruto. Descansarán reclinados en alfombras cuyo forro será de brocado. Los frutos de los dos jardines estarán al alcance de que quiera cogerlos. Allí habrá vírgenes de modesta mirada, que no han sido tocadas jamás por hombres ni por genio alguno. Se parecen al jacinto y al coral. ¿Cuál es la recompensa del bien, más que el bien? Además de estos dos jardines, habrá allí otros dos. Dos jardines cubiertos de verdura donde brotarán dos fuentes. Allí habrá frutos, palmeras y granados. Habrá allí buenas, hermosas mujeres, mujeres vírgenes de hermosos ojos negros, encerradas en pabellones. Jamás hombre ni genio las ha tocado. Sus esposas descansarán sobr cojines verdes y magníficas alfombras. ¿Cuál de los beneficios de Dios negaréis? Bendito sea el nombre del Señor, lleno de majestad y generosidad. » Sagrado Corán: Sura 55, Aleyas 46-78
« A los que creen y hacen buenas obras, les haremos entrar en jardines, bajo los cualescorren ríos, donde morarán eternamente; tendrán en ellos esposas purificadas y les haremos disfrutar de una densa sombra ». Sagrado Corán: Sura 4, Aleya 57.
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«Los que temen a su Señor tendrán, junto a su Señor, los Jardines de la Delicia» .Sagrado Corán: Sura 68, Aleya 34.
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El Corán denomina la morada de los justos al-ÿanna, de aquí deriva ÿannat ‘adn (el Jardín del Edén) y ÿannat an-na’im (el Jardín de las Delicias). El paraíso muslímico es una promesa de jardines en flor:
«No oirán allí frivolidades ni reproches de pecado, sino una palabra: ¡Paz! ¡Paz! Y los bienaventurado se alojarán allí, entre los tallos de lotos, bajo árboles de mawz recubiertos de flores» Sagrado Corán: Sura 56, Aleyas 25-9
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El jardín en la literatura
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Además de en el Corán, el jardín ha sido un elemento presente en toda la literatura árabe en general. Como la descripción hecha sobre el agua, que decora la taza de la fuente de los Leones en la Alhambra de Granada por el poeta Ibn Zamrak:
“Esta líquida plata que se desliza entre perlas, no tiene parangón su transparente blancura, ¿cuál es el mármol y cuál es el agua? No sabemos cuál de los dos es el que se desliza.”
La descripción de estos jardines es sobretodo muy familiar en la literatura de los escritores musulmanes de Al-Andalus. Este género se denomina rawdiyyat, ya que deriva de rawd (jardín). Este género nació a finales del siglo X como fruto de la sensible observación y del amor por los jardines y la naturaleza en general  Muchos debían considerar que este territorio no era otra cosa que un enorme jardín repleto de flores y árboles. No fue hasta el siglo XI en que este gusto por la naturaleza se empezó a extender por el resto de clases sociales. Debido principalmente a la descentralización del poder que dio lugar a unas cortes con gobernadores semiindependientes del gobierno central del Imperio. Esto impulsa a todos aquellos que tienen algún tipo de fortuna a construir sus residencias en medio de estos jardines donde las flores y los árboles crecían en cantidad. Nunca en la España musulmana habían existido tantos munya, parques, paseos,… el ideal de toda persona consistía en poder poseer un trozo de tierra dónde poder cultivar sus propias flores. Como recita Ibn Jafaya, poeta de Alcira: 
¡Oh habitantes de España, qué felicidad la vuestra al tener aguas, sombras, ríos y árboles!
El Jardín de la Felicidad Eterna no está fuera, sino en vuestro territorio; si me fuera dado elegir, es este lugar el que escogería.
No creáis que mañana entraréis en el infierno: ¡no se entra después del Paraíso de la Gehenna!
Esta descripción de España como “el Paraíso de la tierra” tiene su procedencia en una tradición popularde la cual no podemos conocer su origen ya que parece incluso anterior a la conquista musulmana. Narra una leyenda española que en la creación del mundo, España pidió al creador un hermoso cielo y éste le fue concedido, también pidió un hermoso mar, hermosas mujeres, y hermosa fruta, y se le concedió. Pero, ¿y un buen gobierno? “No, respondió el Creador; eso seria demasiado. ¡España entonces será un paraíso terrestre!”.
El tema literario del paraíso como jardín y del jardín como paraíso en intemporal en el Islam, porque a decir verdad los jardines reales tienen que ver bastante poco con el paraíso coránico. En éstos se encuentran muchas más tradiciones del arte en los jardines preislámicos que acabaron siendo parques paisajísticos y artísticos jardines en Persia.


 - Christina Barragán
Universitat de Barcelona

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